jueves, 19 de abril de 2012

Pensamientos matutinos....

Pensamientos matutinos.

Decir lo que veo, soñar. La contradicción me acompaña estos días de mi vida. Un hombre entrado en la madurez; cansado, aunque sorprendido de este mundo que no terminará de comprender  jamás.
Soñar. Las tejas se iluminan, naranja y amarillo, con el primer rayo de sol de la mañana. Saludo este día nublado y ese rayo que se ha colado como una luz intrusa en un tanatorio.
Queremos creer que recordar es revivir. Mentimos para ahuyentar el miedo al que nos condena la soledad del tiempo trancurrido. Nadie ha vuelto jamás del reino del Hades, la nave de Caronte cruza el río en una sola dirección.  La memoria no revive los tiempos pasados  –los felices tiempos pasados-  como no se puede resucitar a quien murió. La memoria es un invento, los recuerdos son fantasía, la muerte es la realidad impalpable de la

Nada. La terquedad del vacío, que es también la terquedad del Ser.
Había un recuerdo arrugado sobre la acera. Como buen ciudadano, me agaché a recogerlo para tirarlo a la papelera. ¡Qué  descuidados, qué incívicos, quizá, resultan estos conciudadanos que van tirándolo todo por las aceras de mi pueblo! Recuerdos, sentimientos viejos y gastados, lágrimas que no asomaron por vergüenza o por miedo, palabras impronunciadas,  sonetos que no comprendimos a pesar de leerlos una y otra vez. El miedo a tener poca  inteligencia, a no ser nadie que es ser mediocre. Incluso el más republicano esconde a un aristócrata en su corazón.

Un monarca senil estampó su real firma en el decreto de declaración de guerra  que le presentaba su cavernario primer ministro. Le llamaron democracia sobre la piel de toro. Me río esta mañana y saludo a las nubes que cubren estos montes de carrasca y cajigo. Aquí los reyes parecen payasos. Clowns de nariz roja, y decrépitos. Todo transcurre  fuera de la ventana de mi habitación, como los recuerdos de la Nada. Somos juguetes en manos del viento de la historia, juguetes rotos en manos de dioses niños.
La muerte, recuerdo del único futuro que nos espera. Soy, esta mañana, un vidente del futuro y sus fantasmas. Soy un vidente con una lágrima gigantesca rodándole el pecho. Siento las cosas idas como si aún existieran,  me lamento por su pérdida, como me lamento de mi ignorancia y de mi miedo tan humanos. Como ese rey senil que pide perdón como el niño que rompió el jarrón del comedor.
Saldré, hoy, a trabajar un día más. Será una jornada como la tuya, como la suya, como la de todos los hombres que sueñan que recuerdan y que van hacia la Nada con pasos firmes, unos;  temblorosos y dubitativos, otros.

Saldré a buscar ese rayo de sol que se acaba de  apagar sobre las tejas, naranjas y amarillas, del tejado.
Grises, ahora que les doy la espalda